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‘Muerta de la risa’: La Paisa por siempre alegrando con tu tristeza disfrazada al mundo

Que en paz descanse Oswaldo Gomez – Por siempre viviras en nuestra memoria,

alegrando con tu tristeza disfrazada los corazones de tus seguidores!

 

 

Por Jacqueline Donado

La Paisa, Teresita, Miss Colombia- Crónicas de La Loca - Foto Pedro Cárdenas
La Paisa, Teresita, Miss Colombia- Crónicas de La Loca – Foto: Pedro Cárdenas

Luego de varias semanas en el pabellón psiquiátrico de un hospital de Nueva York Oswaldo Gómez salió a la calle como un hombre nuevo, vestido de pantalón, chaqueta, camisa manga larga y corbata. El paciente del piso nueve, que en su confinamiento, había convertido las sabanas de las camas de hospital en túnicas y se había estampado una cruz de color rojo en su frente, ahora se despedía de su trabajadora social y las enfermeras como todo un caballero. ‘Estoy vestido de abogado… mañana seré Lady Gaga” expresó La Paisa.

La Paisa, Teresita, Miss Colombia o simplemente La Loca, está viva y de regreso a casa luego de permancer interna en un hospital de Nueva York superando una crisis nerviosa que le atacó justo antes de programar su viaje a Medellín para llevar las cenizas de su padre fallecido en Nueva York en el verano del 2012.

El personaje estrambótico, quien viste de mujer todo el año, con sus largas barbas multicolores y atuendos coloridos que se acomodan a un cuerpo distorsionado por las vejigas que utiliza para destacar sus senos y nalgas postizas, se recupera en la sala de un hospital.

Es José Oswaldo Gómez, una paisa neoyorquina que asegura ser la mamá de Santa Claus y de los Reyes Magos y personifica a Lady Gaga y otros artistas de moda, fue recluido en un hospital, y a petición de sus pocos familiares en Queens, prefieren mantener en sigilo los detalles de la recuperación de La Loca.

“No estoy muerto, quiero salir a la calle para disfrutar del verano”, dice categóricamente el personaje quien desde hace más de cuarenta años vive en Nueva York.

El trece de junio Oswaldo Gómez regresó a su casa y asegura que nunca ha estado más vivo….. ‘Estaba muerto, pero de la risa”.

“Hace un mes está en el hospital, mi hermano que tanto ama el aire libre, el sol, la bulla de la calle y los parques en verano ahora se encuentra en una cama por orden médica”, dice su hermana Eddy en exclusiva a Nueva York Digital.

La condición médica de Oswaldo Gómez es complicada pero no está al borde de la muerte como se rumora en Nueva York.

La revista Fierth tradujo y reprodujo el artículo publicado por Nueva York Digital. Vea el enlance con galeria de fotos

La Paisa, Teresita, Miss Colombia- Crónicas de La Loca - Foto Pedro Cárdenas
Crónicas de la Loca- Oswaldo Gomez – (Foto Pedro Cárdenas)

Junio 15, 2013

Crónicas de La Loca

El vuelo de su vida

Se saboreaba sus labios carnosos, gotas del champán que bebía rodaban por la comisura de su boca y los vellos de su barba colorida se humedecían lentamente. El dulce aroma de la fina bebida se confundía con el aroma de café que las aeromozas empezaban a servir al resto de los pasajeros del avión de Avianca que lo llevaba a cumplir su sueño.Salir de Nueva York en invierno, era un lujo, más aun cuando el destino es el trópico caliente y rebordante de alegría de una fiesta mundana que iguala a las personas que se lanzan a las calles a bailar desenfrenadamente al ritmo de tamboras y flautas de millo. El destino de su viaje, lo mantenía despierto, aún en la madrugada de ese miércoles previo a la fiesta.  Es que yo he conquistado al mundo, el capitán me ha enviado una bebida finísima, en el mostrador, a mi llegada al aeropuerto me dejaron pasar sin hacer fila, sin pagar exceso de equipaje, y a mi perro, a mi bella Cariño, la trataron como toda una reina, que maravilla, es que yo soy un ser de luz, reflexionaba Oswaldo, dándole vueltas a la copa de cristal que giraba entre sus dedos, buscando jugando con los destellos de luz y el reflejo del sol en la ventanilla de la nave.

Que encanto, que organización, todos se apartan en una calle de honor, y a que se debe tanta sonrisa a mi paso, será a mi porte de gran dama, o de gran señor, o a las uvas plásticas que adornan mi gorra de capitán de avión o a la pinta de Carlos Gardel con la que me visto en esta primera etapa de mi viaje.  Oswaldo hablaba sin detenerse minuto alguno, recordaba los minutos previos al abordaje de la nave, caminaba entre la filas del gran aeropuerto que a esa hora de la madrugada empezaba a despertar del letargo de la noche fría de invierno.

Si Oswaldo supiera todas las vicisitudes del personal que participó en la coordinación de su viaje, si por un momento pensara en los otros, a lo mejor haría un brindis por ellos, con esa copa de champaña que empezaba a calentarse entre sus manos blancas, de uñas bien cuidadas y palmas suaves.  Imposible que sucediera, desconocía esa línea generosa y abordaba a quienes estaban a su alrededor con una mirada saltarina, con una sonrisa esplendida y con un estilo único que lo convertía de inmediato en un ser agradable… tal vez los primeros minutos, sino contaba chistes de mal gusto, enfrente a las mujeres y niños.

La limosina negra aparcó frente a la puerta principal del edificio donde vive Oswaldo, en Elmhurst, un vecindario de Queens, en la ciudad de Nueva York. A las tres de la madrugada llega Jorge el conductor previamente contratado a recoger a su pasajero especial. Mañana por la mañana, a las tres hay que llevar a Oswaldo al aeropuerto Kennedy. Hay que llegar temprano, no hay que hacerlo esperar, eran las instrucciones recibidas por la agencia de limosinas.  Impecablemente vestido, de saco y pantalón de paño de color oscuro vestía el conductor. Camisa blanca recién planchada y mancornas doradas, de esas que eran tan populares en la época de los años sesenta. Pues si. Jorge, el conductor era un hombre entrado en años, a la moda, siempre bien vestido y perfumado.

Sentado cómodamente en la silla del pasajero Oswaldo daba órdenes a Jorge. ¡Cuidado con mi equipaje, llevo todos los diseños de la última moda para mi viaje,  y las pinturas naturales para mis cabellos y para Cariño, mi perrito, mi tacita de plata que traje un día desde el extranjero, pero que locura, todos en Nueva York piensan que nació aquí. Que mi perra es neoyorquina… y  la mamá de la perra…. Así me llaman algunos insolentes en la avenida Roosevelt en Queens!

Tomen asiento, abróchense los cinturones de seguridad y enderecen el espaldar de sus sillas, la única instrucción que siguió al pie de la letra Oswaldo, al momento en que escuchó al Capitán de vuelo, sabía que allí iniciaba el vuelo de su vida.

Fragmento del libro Crónicas de la Loca – Jacqueline Donado – Nueva York 2013 –

 

Editor

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