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En los noventa de Óscar, esto es lo que hay

 Por Miguel Falquez-Certain

En estos tiempos de corrección política debería de ser más fácil especular quiénes serán los escogidos al final de una larga y tediosa noche con el insulso Jimmy Kimmel, en su papel de maestro de ceremonias por segunda vez consecutiva, haciendo chistes “políticos” y manteniendo viva su presunta pelea con Matt Damon. ¿Y a quién le importa? Obviamente a Hollywood y a su club de mutuos elogios.

Timothée Chalamet, un neoyorquino de 22 años de ascendencia francesa, representa el papel de un adolescente que se enamora de un universitario siete años mayor que él en un verano a finales de los años ochenta en la campiña italiana. Su actuación es inteligente, sensible, audaz, imprevisible y exquisita y deberían otorgarle el Óscar, pero dudo que se lo den, por la sencilla razón que aún sigue siendo tabú en los Estados Unidos el tipo de relación que plantea la película. Aunque Denzel Washington hace un buen papel en Roman J. Israel, Esq., en un filme por lo demás poco convincente en sus giros imprevistos y moralizantes, y Daniel Kaluuya, en Get Out, encarna con seriedad su papel de ingenuo atrapado en una guarida de científicos dementes y racistas, los firmes contendores son Daniel Day-Lewis en Phantom Thread y Gary Oldman en Darkest Hour, ambos londinenses, coetáneos y veteranos con carreras ilustres. Lejos quedan ya My Beautiful Laundrette (1985), con guión de Hanif Kureishi, en la que Day-Lewis asume el papel de punk y tiene un romance con un pakistaní, hijo del propietario de una lavandería, y Prick Up Your Ears (1987), con guión de Alan Bennett, en la que Oldman representa la vida azarosa e imprevisible del dramaturgo Joe Orton en su relación con su amante Kenneth Halliwell, ambas películas dirigidas magistralmente por Stephen Frears. Day-Lewis ha anunciado que ésta será su última película y su actuación es impecable, aunque el mundo que recrea sea demasiado agobiante para mi gusto. En cuanto a Oldman y su encarnación puntillosa y farragosa de Churchill, donde sus parlamentos farfullados dejan mucho que desear, me hace recordar que “a veces un tabaco es sencillamente un tabaco y nada más”.

De las actrices protagonistas, Frances McDormand seguramente ganará y su gran actuación lo merece sin lugar a dudas. Su lucha contra la desidia de la policía, en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, refleja la entereza y la determinación de una mujer que no se arredra ante nada ni nadie en su búsqueda por el asesino de su hija. Meryl Streep ha sido postulada por enésima vez (en realidad 18 veces como protagonista, de las cuales ganó tres) y su encarnación de Katharine Graham, la famosa editora del Washington Post, es sutil, elegante e inteligente. Con Sally Hawkins, en The Shape of Water, regresamos al cine silente porque su actuación como una muda enamorada del “monstruo de la laguna negra” es un tour de force. Margot Robbie, en I, Tonya, es dolorosamente convincente y nos muestra su tortuoso camino por alcanzar el éxito. Finalmente, Saoirse Ronan, en Lady Bird, demuestra su amplio registro de actriz en el papel de una adolescente excéntrica que lucha a toda costa por hacer respetar su heterodoxa personalidad, tan diferente a su hermosa encarnación en Brooklyn (2015). (De paso, Timothée Chalamet también aparece aquí representando a uno de los novios de Lady Bird, demostrando su diverso registro actoral).

 

Entre los postulados a mejor actor de reparto es muy probable que Sam Rockwell sea el escogido y, en contraposición a todas sus anteriores actuaciones, nimias y triviales, en Three Billboards… se luce representando a Jason Dixon, un niño faldero, inseguro de su lugar en el mundo y de su propia sexualidad, racista y alcohólico que lucha por hacerse respetar en un mundo de hombres y fuerzas del orden y encuentra su peor rival en Mildred Hayes (Frances McDormand). Woody Harrelson se desempeña con gracia, brío y humor representando el papel del alguacil que encuentra la compasión y la comprensión, tal vez generadas por su propio cáncer terminal, necesarias para servir de intermediario entre Mildred y Jason en la misma película. Por otro lado, Giles (Richard Jenkins), en The Shape of Water, es obviamente homosexual y en su soledad de hombre mayor, encuentra en su amistad con su vecina Elisa Esposito (Sally Hawkins) el nido seguro de su elusivo hogar. Su caracterización convence sin ser demasiado afeminado, sólo las justas “plumas” que definen su orientación sin manifestarla abiertamente. La actuación de Willem Dafoe, en The Florida Project, parecería que fuera el trabajo de un principiante. Es oscilante, irresoluta y, en última instancia, desafortunada. Y Christopher Plummer, en All the Money in the World, en su papel de J. Paul Getty, es profesional, pero poco digno de mención en su larga trayectoria. ¿Podría Kevin Spacey haber hecho mejor papel? Salem lo sabrá.

De todas las postuladas a mejor actriz de reparto, indudablemente Allison Janney, en I, Tonya, les lleva considerablemente la delantera. Laurie Metcalf (aquella hermana de Roseanne en la serie de televisión del mismo nombre), en Lady Bird, hace un papel maravilloso como la madre bien intencionada pero dominante de Lady Bird. Octavia Spencer, en The Shape of Water, hace un papel secundario que brilla con fuerza en pequeños instantes, y la famosa cantante Mary J. Blige, en Mudbound, se distingue por su fuerza interpretativa haciendo el papel de madre de una familia pobre en Mississippi después de la Segunda Guerra Mundial.

The Insult (قضية رقم ٢ ), el filme del Líbano postulado a mejor película extranjera, es, para mi gusto, la película que cuenta con un guión perfectamente construido y una actuación intachable y, por lo tanto, debería ganar el Óscar. Aparte de eso, la historia que cuenta tal vez no sea muy conocida en el Occidente: las heridas no sanadas de un armisticio en que los conflictos de las partes cristianas y musulmanas siguen sin resolver. Es un ejemplo para los países que hoy buscan reconciliar a los antiguos contrincantes de una guerra civil. Por su parte, le sigue de cerca la chilena Una mujer fantástica, no por la historia que de por sí no es lo suficientemente coherente ni audaz, sino por la actuación de su protagonista, Daniela Vega, una actriz, cantante lírica chilena y transexual en la vida real (hasta hace muy poco, eran mujeres las que actuaban representando los papeles trans, como en el caso de Laura García en Buscando a Miguel de Juan Fischer en 2007). Daniela Vega nos muestra su mundo sin aspavientos, con altura, sutileza y valor. La sueca The Square adolece del mismo defecto que la anterior: un guión flojo donde el incidente que da lugar a la acción es poco convincente. ¿Cómo un curador de arte contemporáneo se encarga por sus propios medios de buscar al carterista que le ha robado su billetera en vez de dejar el caso en manos de la policía? La película sólo se salva por la trama de fondo: una sátira del arte contemporáneo. La húngara On Body and Soul (Testről és lélekről) fuera divertida si no se tomara tan en serio: dos empleados de un matadero que por mágica coincidencia resultan soñando lo mismo, con la salvedad de que lo hacen transformados en ciervos que se dan cita todos los días en el mismo bosque. Muy primorosa para mi gusto. Y de la rusa, Loveless (Нелюбовь), sería mejor no hablar, pero lo voy a hacer de todas formas: es la película más aburrida y pretensiosa de los últimos tiempos.

Call Me By Your Name, el guión de James Ivory basado en la novela homónima de André Aciman, debería ganarse el Óscar. Es elegante, sutil, mordaz e inteligente. Está perfectamente calibrado y el final, aunque decepcionante para muchos por no ser feliz, es lo que precisamente le brinda más peso a su verosimilitud. El guión de The Disaster Artist, escrito por Scott Neustadter y Michael H. Weber, está basado en un libro de ensayos coescrito por Greg Sestero y Tom Bissell. Probablemente gane esta historia antihollywoodiana que narra la vida y milagros del director de la película que ha sido considerada como la peor de la historia del cine, aunque con éxito de taquilla en el submundo de los filmes de culto. Es divertida a ratos, gracias a la presencia de los hermanos Franco como protagonistas, aunque la historia se diluye con frecuencia aquejada por el peor de los aburrimientos. Logan, con guión de Scott Frank, James Mangold y Michael Green, basado en las historietas de Marvel, es otra anomalía de los últimos tiempos: una película de acción entronizada en esta categoría. Aaron Sorkin, por su lado, escribió el guión de Molly’s Game con base en las memorias de Molly Bloom (no, nada que ver con James Joyce). El guión tiene el defecto egregio de ser narrado durante la mayor parte de la película: además de comunicar en pocos segundos demasiada información, esa voz en off se vuelve exasperante y tediosa. Cuán diferente la adaptación de Sorkin para la película The Social Network (2010); por ser un dramaturgo competente, esta decisión es más difícil de entender, más aún si éste iba a ser su debut como director. La presencia de Jessica Chastain tampoco ayuda pues, junto con Natalie Portman, es una de las actrices más sobrevaloradas de Hollywood. Por otra parte, el firme contendor del guión de Call Me By Your Name sería Mudbound, escrito con sagacidad y puntualidad histórica por Virgil Williams y Dee Rees.

De los cinco guiones originalmente escritos para el cine, ese romanticismo démodé que es The Shape of Water, escrito por Guillermo Del Toro y Vanessa Taylor, basado aparentemente en un cuento original de Del Toro, será el más probable ganador. Digo aparentemente, porque en ningún momento se menciona El monstruo de la laguna negra (Creature from the Black Lagoon, 1954), su más obvia inspiración y antecedente (para no hablar del título prestado de una novela de Andrea Camilleri ni de las acusaciones de plagio por los herederos del dramaturgo Paul Zindel). Ejecutado con profesionalismo y elegancia, una vez que se suspende la incredulidad, el filme fluye sin tropiezos por esa ambientación maravillosa en la Baltimore de comienzos de los años sesenta. Su más firme contrincante, y quien se merecería sin duda alguna el honor, sería el dramaturgo londinense Martin McDonagh. El guión de su Three Billboards Outside Ebbing, Missouri está perfectamente escrito, escena por escena, y concebido con causalidad aristotélica, que nos conduce en un fluido crescendo a un desenlace sin concesiones. The Big Sick, con guión de Emily V. Gordon y Kumail Nanjiani, es una pequeña joya y sería una sorpresa agradable si se llevara el galardón. Es muy rara la buena transición de un cómico de micrófono a escritor, mucho menos a guionista. Pero Kumail Nanjiani lo hace con profesionalismo y ambición sin abandonar el humor, utilizando material autobiográfico pero con la coherencia de un experto guionista. Get Out, escrita por Jordan Peele, es otra anomalía. Una película del género del horror salta los sacrosantos protocolos y se instala con elegancia en esta rancia categoría. Y es que lo sabe hacer con precisión, involucrando al espectador desde el comienzo hasta el fin. Finalmente, Lady Bird, cuya guionista es su directora, Greta Gerwig, eficazmente elaborado aunque aparentemente sin derrotero alguno, su guión logra captar la atención hasta ese final agridulce de fiesta terminada y comienzos de la madurez, similar en su espíritu al de Elio Perlman, el protagonista de Call Me By Your Name.

Martin McDonagh ni Luca Guadagnino están postulados a la categoría de mejor director, pero debieran estarlo porque son los mejores entre sus colegas. Lo más seguro es que Guillermo Del Toro resulte elegido. Su dirección de actores es impecable, pero no mucho más: su historia es deficiente aunque le concedamos el beneficio de la duda. La grandiosidad (y no es un elogio) de Dunkirk, dirigida por Christopher Nolan, es una palmadita en la espalda al triunfalismo inglés. Va de la mano de ese otro fárrago que es Darkest Hour y no justifica esa larga e interminable narración que culminará en lo que todos ya saben de antemano: un ejercicio innecesario, a no ser que sirva para exaltar el sentimiento chauvinista (y ganar mucho dinero en el proceso). La única grata sorpresa fue la actuación de Harry Stiles, cantante de One Direction. Aunque le falte mucho camino por recorrer, creo que vendrá con creces. Jordan Peele (Get Out) conoce su oficio y dirige a sus actores con precisión. Los meritorios contrincantes son Paul Thomas Anderson (Phantom Thread) y Greta Gerwig (Lady Bird). La magnífica actuación de Day-Lewis, así como de todos y cada uno de sus coprotagonistas en la película de Anderson, inclinan la balanza a su favor, frente a los fulgurantes e intensos desempeños de Saoirse Ronan y Laurie Metcalf en la encarnación de sus réplicas ingeniosas y conflictivas.

Finalmente, este año la Academia deberá escoger la mejor película entre nueve postuladas. De acuerdo a sus criterios, las que mayores opciones tienen de ganar el galardón serían Darkest Hour, Dunkirk y The Shape of Water, pero lo más probable es que se la den a The Shape of Water. Phantom Thread, Lady Bird y The Post, todas dignas rivales, podrían dar una sorpresa. Get Out creo que no tiene ninguna opción. Mi favorita es Call Me By Your Name, aunque no creo que pueda ganar. ¿Acaso sería posible que por una jugada del destino y por encima de la guerra, del animalismo enmascarado de respeto por la diferencia, de la vida absolutamente anodina de un modisto neurótico, de las aventuras de una adolescente excéntrica, de la lucha de una gran burguesa por imponerse al mundo del periodismo dirigido por hombres y, finalmente, del despertar de un joven negro en un mundo de blancos “liberales”, que quieren convertirle en una especie de sirviente, pasivo y obsequioso, con el objeto de alargar sus vidas a costa de sus víctimas, resurja y salga victoriosa la maravillosa película de Luca Guadagnino? Sin duda, esta noche lo sabremos.

Nueva York, 4 de marzo de 2018

© 2018 Miguel Falquez-Certain

 

CREDITO IMAGENES ACADEMIA OSCAR 2018 

 

 

 

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