“No hay nada nuevo… salvo lo que ya está inventado”. Esta famosa frase que acuñó Rose Bertin, modista de María Antonieta, nos recuerda las vueltas que ha dado la Humanidad y el largo proceso que le ha llevado a inventar todo tipo de aparatos, herramientas y máquinas para poder desarrollar sus oficios. Pero, ¿qué hay de sus creadores, de esos inventos creados por algunos visionarios anónimos? Fue el grandioso Leonardo Da Vinci quien bosquejó lo que actualmente es el submarino. Julio Verne concretó esa idea en “20.000 leguas de viaje submarino”, con la majestuosa máquina a la que llamó “Nautilus”. Pero fue el inventor holandés Cornellius Drebbel quien, supuestamente, construyó el primer submarino de la historia. El año: 1620. Sin embargo, en la Biblioteca Nacional de Berlín, se descubrió una enciclopedia fechada en 1742, donde se encuentran –en el tomo 21- capítulos dedicados a técnicas artesanales, oficios, supuestos ingenios e inventos que quedaron sepultados en la historia.
En la página 234 se describe en un párrafo un aparato marino que podía sumergirse por horas y salir a la superficie como el actual submarino.
Visionarios olvidados
Dice el escrito: “El aparato estaba forrado de cuero, su estructura era de madera, y el individuo podía respirar gracias a una bolsa flotante también de cuero. Para poder movilizarse, el aparto funcionaba a base de pedales”. Sigue el texto describiendo que “la máquina duró sumergida alrededor de seis horas, al verse rodeada de naves enemigas”. Esto ocurría a finales de abril de 1525 en plena guerra de Frankenhausen, 105 años antes que el holandés Cornellius Drebbel.

In 1769, the very first self-propelled road vehicle was a military tractor invented by French engineer and mechanic, Nicolas Joseph Cugnot (1725 – 1804). Cugnot used a steam engine to power his vehicle.
Del automóvil se sabe que fue un francés quien fabricó el primer vehículo propulsado a vapor. Era un triciclo de unas 4,5 toneladas, con ruedas de madera y llantas de hierro, cuyo motor estaba montado sobre los cigüeñales de las ruedas de un carro para transportar cañones. Año: 1771. Marco Polo era un gran admirador de China y lo plasmó con detalle al regresar a Venecia en el Siglo XIII. Resulta evidente que el pueblo chino ha mostrado una gran creatividad e innovación a lo largo de su historia. Se sabe ahora que los primeros esbozos de estos vehículos propulsados a vapor tuvieron su nacimiento en China, a finales del siglo XVI; en plena dinastía Ming.
El gran misterio saber por qué no siguieron con este proyecto. Posiblemente la figura del científico demente esté inspirada en Nikola Tesla, pero él fue el padre de las ondas de radio y las altas frecuencias, desarrolló las lámparas de neón, tomó las primeras imágenes de rayos X y consiguió transmitir energía eléctrica sin necesidad de cables en cantidad suficiente como para encender una bombilla. Con ello comenzaría la gran obsesión de Tesla: distribuir electricidad por el aire para el disfrute de toda la humanidad. Mientras tanto, Marconi construía su aparato de radio a partir de las patentes de Tesla, llevándose consigo el premio Nobel. Nikola Tesla murió solo y arruinado en un hotel de Nueva York en 1943. Las agencias gubernamentales secuestraron todos sus papeles y planos. Si al final de su vida su figura había ido cayendo progresivamente en el olvido, hoy pocos recuerdan que fue él quien nos legó la radio, la bobina, el motor eléctrico, la bujía, el control remoto, los rayos X y, posiblemente, otros artilugios, como el generador del Rayo Mortal.

Antonio Meucci
La misma suerte corrió Antonio Meucci, verdadero inventor del teléfono. Italiano de nacimiento, carecía de dinero (diez dólares) para patentar su invento, por lo que prácticamente sería robado por Alexander Graham Bell, que de hecho lo patentaría en 1876. Sin embargo, Meucci ya había trabajado mucho antes en las comunicaciones por cable. Sería concretamente en 1854 cuando terminaría lo que hoy conocemos como teléfono. El 11 de junio de 2002, el Congreso de los Estados Unidos intentó enmendar este error y aprobó una orden pública que reconocía a Antonio Meucci como el inventor original del aparato. Además se demostró que el teléfono de Meucci había sido mostrado públicamente en 1860 en Nueva York, 16 años antes de que Bell lo patentara. La historia seguramente se halle plagada de falsos personajes, hombres y mujeres que pudieron haber robado ideas y patentes a los visionarios que hoy queremos rendir tributo. Con esta historia no hacemos más que corroborar las palabras de la modista Rose Bertin: “No hay nada nuevo… salvo lo que ya está inventado”.
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