Donado

El último deseo de César

 El mal del Sida

[dropcap style=”font-size: 60px; color: #9b9b9b;”] A [/dropcap] la Madonna de la pequeña Brasil en Manhattan la despidieron calladamente sus amigos y conocidos que al final de sus días la veían caminar por esas calles que lo vieron danzar al son de las batucadas, siempre moviendo sus pequeñas caderas y su cabellera rubia platinada inconfundible con el estilo de la reina del Pop de los años 90.

[quote]Se llamaba Cesar y murió en una cama de hospital en Manhattan. No quería regresar a Brasil, cuando descubrió que estaba enfermo, que padecía de esa ‘rara enfermedad’ que empezaba a aparecer entre sus amistades con quienes compartia el oficio de maquilladores profesionales, en salas exclusivas de filmaciones o en fiestas privadas a la socialité”[/quote]

A finales de la década del 80, Cesar caminaba por la calle 46 y se detenía a saludar a los conductores de las limosinas de color negro aparcadas a la espera de los turistas brasileños alojados en los hoteles del área, que viajaban en grupo para hacer sus compras de año nuevo. Mas de un chofer, condujo al personaje a sus citas de trabajo o a un ‘date’ con algún ejecutivo que lo citaba como masajista, asistente personal o compañía por una tarde para tomar el té que tanto le gustaba a Cesar.

Los saludos eran amigables; Como vas Madonna? Que hay de nuevo? Como estas de bonita! La sonrisa se reflejaba en el homosexual que siempre vestia con ropas de hombre pero con zapatos de tacón, altísimo como los que visten las bailarinas de los centros nocturnos.

La vida del estrellato, de ser la reina de la 46, la Madonna brasileña se fue apagando lentamente. En la medida en que Cesar tosia y se quejaba de los dolores, las puertas se iban cerrando.

Al final de sus días era Cesar, o mejor llamarle Madonna en su recuerdo, el que llevaba en su cartera de cuero, las bolsitas del té preferido y su vaso que utilizaba para evitarle a sus amigos meseros ser regañados por sus jefes. Solo pedia que le llenaran su vaso con agua caliente, el se encargaba de los demas.

Eran muy pocos los restaurantes que aun le dejaban pasar para utilizar el baño o sentarse en el mostrador para descansar de las caminatas al hospital y mucho más reducido el grupo de jóvenes que le aceptaban su compañía.

En medio de todos los rechazos por temor a la `rara enfermedad’ que se manifestaba en la resquebrajada humanidad de Cesar había personas en la calle 46 que se mantenían solidarios con el brasileño que llegó y murió en los Estados Unidos indocumentado, enfermo y con temor a regresar a su país para convertirse en una carga más para sus familiares.

La calle 46 en Manhattan era y es la Verde Amárela flotando en todo su esplendor, ser brasileño y caminar la `rua’ es motivo de orgullo, la nostalgia se ahoga bajo el aroma del pan de queso recién horneado enEmporium Brazil o un plato de carne asada y ensalada de papa en Via Brazil.

Por esa calle han pasado tantas alegrías y tristezas, recuerda Edilberto Mendes, editor del periódico The Brasilians, toda una institución para la comunidad brasileña. Cesar fue una de esas historias, a quien el periodista acompañó hasta su último día, incluyendo las visitas al hospital y satisfacer los antojos del agonizante amigo que pocos días antes de morir solo quería comer arroz blanco al mejor estilo brasileño.

Cesar llamaba por teléfono a la sala de redacción de The Brasilians y preguntaba por su comida… “ya esta listo?” lo quería con los orificios típicos del arroz recién cocinado que no ha sido tocado. Ese es el secreto, llenas la olla con el agua y cuando esta hirviendo le hechas el arroz blanco con un puntito de sal y esperas a que se cocine. Nunca lo mueves y al final brotan los orificios… le recordaba el arroz que cocinaba su madre en Brasil.

El periodista corria al hospital del vecindario para llevar el arroz al moribundo… algunas veces, cuando el cierre de la edición se complicaba… se escuchaba en la redacción frecuentemente….. “Cierren rapido que Cesar esta esperando por el arroz… que tal que se muera y no lo coma?”

Cesar alcanzó a comer el arroz brasileño que tanto quería antes de morir; Cesar encontró pocos amigos que le acompañaron cuando ya no caminaba erguido, el dolor en el tórax lo obligaba a inclinarse, estaba más delgado que nunca y sus uñas y coyunturas siempre estaban tinturadas de un color morado que le dejaba la loción que se untaba para combatir los hongos que se apoderaban lentamente de su cuerpo.

En su mejor momento, cuando la fama le acompañaba, sus piernas mostraban sus muslos tonificados por los ejercicios, bajo la tela de los pantalones apretados que le marcaban la figura… al final sus piernas parecían unos `French bagettes’ muy pero muy delgados, no calzaba botas de tacón alto, las cambio por los zapatos tenis… se quito las pulseras de plata y redujo el tamaño de sus carteras.

Cesar nunca mas volvió a ver a su madre. Cesar murió en Nueva York tras ser portador del virus del VIH Sida. Cesar es el retrato de millones de victimas del VIH- Sida, cuyos nombres serán leídos y recordados el 1 de diciembre cuando se conmemora en el mundo esa fecha mortuoria y desgarrante del mal que ha acabado con generaciones enteras.

Al nombre de Cesar se unirá el de Julio, el hijo de la Señora Hilda lababysitter de los proyectos de la calle 17 en Manhattan. Julito como le llamaban sus amigos, soñaba con ser modelo, por eso lucho tanto para conseguir su primer trabajo en una boutique de lujo… en verano vestía pantalones de lino blanco, camisas blancas y sombrero con una cinta de colores… caminaba por las calles de Chelsea como un grande de las pasarelas… Saludaba a todos… era un encanto.

La otra pasión de Julito? que lo dejaran entrar a Mars, esa discoteca delMeat Packing District, cuando aun funcionaban las carnicerías en la calle 14…. Cuando el calendario empezaba a marcar el inicio del mil novecientos noventa y uno… antes de que llegaran las grandes firmas de la moda.

Por las noches, esa área de la ciudad cambiaba de ambiente… no había más camiones frigoríficos transportando animales muertos… empezaba a salir la gente bella… que bailaba y modelaba desenfrenadamente… ese ambiente se llevó al hijo de la Señora Hilda y a muchos más.

Las estadísticas indican que 25 millones de almas han muerto en el planeta por el Sida y muchos otros millones les seguirán. Las organizaciones de salud le han llamado el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA hace un año se le cambio el nombre por el Día Internacional de las Respuestas contra el Sida… pero no importa como se le llame los cuerpos seguirán cayendo.

Mientras se buscan los tratamientos correctos, el primer día del último mes del año el mundo entero recordara a las víctimas del Sida… uno a uno, niños, mujeres, adultos, homosexuales y heterosexuales que se suman a la historia de la Madonna de la calle 46 de Manhattan o el de Julito con su pinta de modelo latino en el vecindario de Chelsea en Nueva York.

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Editor

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