Han pasado los años y “Que viva la yuca…” sigue tomando fuerza en las redes sociales. Después de mucho tiempo viviendo fuera de mi Barranquilla querida, tenía que buscar la forma de sentirme más cerca de ella, de esa sabrosura típica costeña; no la quería perder ¡ni de vainas! Por más que viva en la Gran Manzana, en el país de las oportunidades –y sí que es así doy fe de ello– , también es cierto que las horas se van volando y no hay tiempo pa’ tanta mamadera de gallo.
El trabajo se vuelve tu amante preferido, sobretodo cuando los verdes se duplican. Y se ve el resultado de tantas horas de esfuerzo al mandarlos “a casa”.
Claro está que todo esto tiene su sacrificio y hay que pagar el precio.
La cercanía a la familia se vuelve una distancia que sientes mucho más al verla en las redes sociales que en tu entorno habitual.
Entonces me pregunté un día: “¿Por qué no inventar una frase que me identificara en la redes sociales y tuviera una conexión con la añoranza de lo que deje?” , escuchando un vallenato cerré mis ojos y pensé ¡Que yuca tan buena!! Fue ahí donde nació “Que viva la Yuca”.
Venirme con una maleta de sueños y unos pesos en el bolsillo como todo inmigrante, era más que suficiente. Uno que otro comentario suelto y la expectativa de que quien lo vive es quien lo goza como toda parranda que se goza.
La añoranza de lo que se deja y la agonía por lo que vendrá me traen recuerdos inolvidables de lo que más me gusta de mi Barranquilla. La alegría que nos caracteriza a nosotros los costeños, esa forma de hablar tan jocosa por la que nos ganamos el sobrenombre de corronchos.
¡Ah! si porque antes de preguntarnos si somos barranquilleros, nos dicen “¿tú eres corroncho verdad?” Puede uno terminar riéndose o simplemente con rabia, dependiendo de la persona.
Esa mamadera de gallo que nos caracteriza a nosotros los costeños hace que la vida se torne un poco más suave. Siempre le encontramos el son que le toque a la vida.
A Barranquilla le podríamos llamar el paraíso terrenal por decirlo así, aunque igualmente ya se le conoce como el mejor vividero del mundo. Y es verdad. Al barranquillero no le hace falta nada, porque si no lo tiene se lo inventa, vivimos en la era del modernismo donde todo va de prisa y no hay que quedarse atrás.
Pero volver y ver el pelao en el carretilla vendiendo el mango verde, o simplemente presentársele al vecino y preguntarle que tiene pa’ comer sin ser invitado, me hizo recordar que por más lejos que me encuentre de mi tierra, es el lugar que más añoro. Barranquilla es el lugar donde la formalidad se vuelve informal, donde cualquiera vaina la vuelve uno tremenda película, por no decir crónica.
Han habido muchos cambios desde que deje La Arenosa, pero aprendí que lo corroncho no me lo quita nadie, que uno se va cuando se desarraiga, pero la Costa es mi casa.
Soy tan corroncha y me siento orgullosa de ello. Donde quiera que esté la cultura popular Caribe está impregnada en mí como si estuviese sentada en el patio de mi casa.
Después de muchos años, al regresar a mi terruño sentí que nunca me había ido de mi Barranquilla porque la influencia del vallenato y “Que viva la yuca” es mi mayor identificación.
Adriana Ferrer Guzmán
Adriana Ferrer Guzmán, comunicadora social periodista nacida en Barranquilla, Colombia. Trabaja y estudia en la Guardia Community College. Escribe para Nosotros New York periódico hispano en el condado de Queens. Su pasión es el periodismo. Los protagonistas de sus escritos son las personas de Nueva York.
Serie – Relatos de fin de año
1- Hasta la libertad cuesta dinero – Renandarío Arango – Lea relato
2- Un pedazo del sueño Americano – Gabriel Panagousoulis – Lea relato
3- Una visita al Tostadero – Blanca Irene Arbelaez – Lea relato
4- “Los niños son un estorbo” – Karla Florez Albor – Lea relato
5- Nueva York: una locura atrevida – Guillermo Lozano-Sharah – Lea relato
6 –El Barco es de papel – Carlos Ortega Jr –Lea relato
7 – La muerte de Huidobro – Gabriel Jaime Caro (Gajaka) – Lea relato
8 – A las diez en Jamaica – Álex Augusto Cabrera – Lea relato
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